martes, 6 de mayo de 2008

→∞120308CSMM1_aclimatación_óculo_


El acceso a la sala es único. El espectador, voluntariamente decidido a serlo, se encuentra ante un breve habitáculo acotado por un cortinaje y custodiado por tres criaturas de inquietante apariencia. Repentinamente deslumbrado por la refulgencia de un artefacto lumínico -anótese linterna- deliberadamente orientado a sus ojos, no logra entender en un primer momento el directísimo mensaje con perfil de interrogación lanzado sin recato por alguno de aquellos individuos y que como un dardo envenenado queda sin embargo anidado -misteriosa y fatalmente- en su subconsciente, aflorando engañosamente, milésimas de segundo después, al nivel de la consciencia, mas rozándola apenas, fríamente, con su más delgado pétalo de hielo, como una amarga bilis que le llena la boca repentinamente de multiformes letras que repentinamente se ordenan -sin consciencia- y repentinamente cobran vida sonora suficiente para autovomitarse y empujar repentinamente y por un sólo segundo al cuerpo fuera del cuerpo y observarse diciendo lo que dice como si lo estuviera diciendo otra persona. Eh...Dios... responde, a la vez interrogante y dudosa, una levísima sonrisa curva, delatora de inseguridades pasadas no pasajeras. Bien debiera observarse cómo la referida respuesta parece contener, en ese trazo de ironía, una irrefutable intención autoprotectora, que supera no obstante a la pregunta que supuestamente la motivó, tratando de hallar razón a la sin-razón de la imprevista situación que irremisiblemente se encuentra abocado a afrontar, y aliviar la natural desconfianza que trances de semejante índole suscitan en el que las vive. El desorientado espectador -involuntariamente decidido a serlo- es conducido -parcialmente, pues su consciencia quedó allá, en el acotado habitáculo- a través de la penumbra de la sala, hasta el lugar y asiento para el que se intuye predestinado. Comienza la función.

JRVeredas

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